Nuestros
recuerdos infantiles sobre la ardilla, se remontan, prácticamente, a los
inicios, de la llegada de la tele a nuestras vidas.
Cuando
pegados sin pestañear a la pantalla, las veíamos corretear por los parques
centroeuropeos, buscando los restos de comida que los refinado y educados
ciudadanos habían dejado en sus mesas de picnic, tras pasar la jornada del
domingo, descansando relajados, en las verdes praderas de sus parques urbanos.
¡Sentíamos
envidia, de cómo los educados europeos daban de comer con las manos, trozos de
manzana y de pan a las confiadas ardillas! Eran principios de los años setenta
del siglo pasado. ¡Cómo suena de lejano! ¡Del siglo pasado!
Nunca
habíamos visto una ardilla “de verdad”, todas eran ardillas televisivas.
Tampoco recuerdo, que en los documentales que engullíamos posteriormente, sobre
nuestra naturaleza patria, saliese la ardilla como especie preponderante en
nuestros bosques.
Nuestros
depredadores más formidables, estaban enzarzados en la caza del infeliz conejo,
o de nuestra abundante “patirroja”. No recuerdo haber visto escenas, donde
estos depredadores estuviesen acechando desde su atalaya, a una inquieta y
nerviosa ardilla para zampársela.
Hoy la
situación ha cambiado bastante; sin llegar a ver todavía, las ardillas por
nuestros parques urbanos, menos verdes aún (como es lógico), que los
centroeuropeos; sí que las podemos ver corretear, en las adecuaciones
recreativas de los parajes naturales de nuestro entorno.
¡Tiempo al
tiempo! ¡Ya llegarán a corretear por nuestros decorativos árboles tropicales
plantados en nuestros parques urbanos!
Poco a poco,
estos inquietos roedores, van adentrándose en nuestro entorno más inmediato; y
como no podía ser de otra manera, también se están asentando en los pequeños
islotes de pinos que se desparraman por las laderas de nuestros Acantilados.
No es
difícil, si estamos sin hacer ruido cerca de algunos de estos reductos de
pinos, poder contemplar sus correteos no muy lejos de nosotros.
Se están
adaptando de forma vertiginosa a estos Acantilados. Al igual, que saltan de pino en pino, para
buscar esa piña exquisita; se pueden ver saltar de piedra en piedra, para
alcanzar ese árbol que le dé refugio de posibles depredadores…..
Lo mismo se
pueden ver saltar y caer sobre el capó del coche que se ha estacionado debajo
del pino; o salir corriendo acantilado abajo, pensando que van directamente a
saltar de cabeza a las plácidas aguas mediterráneas a darse un “refrescón”;
pero donde realmente se dirige, es hacia ese solitario pino perdido acantilado
abajo, que le dé un poco de sombra en los días tórridos de estas latitudes.
¡Lo que aún
pienso, que está lejos por llegar, es que vengan a comer a nuestras manos, como
sus antepasados centroeuropeos!